jueves, 30 de octubre de 2014

Brasil y el futuro de Iberoamérica











Aritz Recalde, octubre 2014
Proyecto de Investigación “Modelos de desarrollo Argentino Brasileño
en el período 2003 -2011”,
UNAJ – Secretaría de Política Universitaria.

“Brasil, que vivió siempre mirando a Europa y a Estados Unidos, de espaldas a América del Sur y de espaldas, en realidad, a África, gracias a una política externa audaz y propositiva, hace menos de un mes firmáramos, en la ciudad de Cusco, en Perú, la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones (…) después de crear la base para la Comunidad Sudamericana de Naciones, resolvimos girar hacia África, para la tan querida África, con quien Brasil tiene una deuda histórica”. Inácio Lula da Silva

En el mundo actual caracterizado por fuertes tensiones sociales, financieras y militares, la estabilidad política y económica del continente sudamericano depende estrechamente del rol que cumple Brasil.

Brasil potencia económica sudamericana y mundial
Brasil tiene una superficie cercana a los 8.500 millones de km2 y se ubica como la sexta economía mundial. Según datos de la CEPAL, en el año 2013 acumuló un PBI anual de 2.261.555 millones de dólares y ello implicó el 37,6 % del PBI del conjunto de la región.
Dentro de la potencia iberoamericana, existen marcadas diferencias de desarrollo económico y social entre sus 27 estados y sus 200 millones de habitantes. Coexisten en el país regiones con bajos niveles de desarrollo humano, con otras con una economía más adelantada. Según palabras de Marco Aurelio García “la desigualdad no sólo expresaba en los números fríos de las estadísticas sociales, sino que también aparecían las diferencias entre centro Sur rico y el Norte Nordeste pobre o miserable” (Saer – García 2010: 174). Contrastando con las regiones del norte más pobre del Brasil, San Pablo concentra una población cercana a los 40 millones de habitantes y allí radica el conglomerado industrial y tecnológico más importante del país. En San Pablo se encuentra la bolsa de valores más grande del continente sudamericano (BOVESPA).
El país conformó una estructura productiva abierta al mercado mundial desde el año 1808. Durante los siglos XIX y los inicios del XX, consolidó un perfil agroexportador que atravesó las etapas del café, del caucho, del cacao o del azúcar. Según un informe de la CEPAL, en el año 2013 los principales productos de exportación del Brasil son el mineral de hierro (13,6 %), la soja (9,5), el petróleo crudo (5,4%) y el azúcar (3,8%). Ocupan un lugar importante la producción y la exportación de carne[1], de maíz y de aves.
Además de un Estado agroexportador, el país es parte de un importante proceso de industrialización que ya acumula varias décadas. En el siglo XX fueron Getúlio Vargas y el Partido Trabalhista del Brasil (PTB), quienes impulsaron más conscientemente la industrialización del país. El mandatario promovió la creación de la petrolera PETROBRAS y del Banco Nacional de Desarrollo Económico (BNDE). Desde una perspectiva desarrollista cercana al argentino Arturo Frondizi, el presidente Juscelino Kubitscek y su vice Joao Goulart (ex PTB) continuaron el programa de crecimiento productivo del país. El país desarrolló importantes logros y tiene empresas de envergadura a nivel internacional  como son EMBRAER o PETROBRAS. La compañía aeronáutica es la tercera en la jerarquía mundial. De la mano de PETROBRAS Brasil declaró la autonomía energética en el año 2006. La CEPAL menciona que en el año 2013 dentro de los principales productos industriales que exporta Brasil, se encuentran los barcos (3,2%) y los automotores (2,2%). 

¿Es posible un gobierno de izquierda en una potencia económica capitalista?
“El gobierno de Lula representaba una nueva expresión del campo popular, que tuvo en los gobiernos de Getúlio Vargas y de Joao Goulart sus antecedentes más próximos. Gobiernos de coalición de clases, pluriclasistas, que asumieron proyectos de unidad y desarrollo nacional, con una gran atención sobre las políticas sociales”. Emir Sader

Dentro de la nación lusitana no hay una sola perspectiva que defina las tareas y los objetivos que tiene que desempeñar el país. Las divergencias se originan en posiciones de clase e ideológicas y se expresan en el plano de la política interna y de la acción internacional. Actualmente en Brasil coexisten las tensiones políticas entre sus clases dominantes tradicionales y las diversas expresiones sociales emergentes desde mediados del siglo XX. Desde el año 2003 Brasil es gobernado por una coalición política de izquierda, en el contexto de un país que tiene una clase dominante históricamente de derecha y conservadora. El Partido de los Trabajadores (PT) de donde provienen Inácio Lula Da Silva y Dilma Ruseff, surgió en el año 1980 como resultante de una confluencia entre los siguientes sectores sociales:
-       grupos sindicales que se organizaron en la Central Única de los Trabajadores (CUT);
-       campesinos vinculados al Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST);
-       organizaciones religiosas en un país con una importante desarrollo de la Teología de la Liberación y de las Comunidades Eclesiásticas de Base;
-       agrupaciones de izquierda y grupos medios universitarios.

La disputa existente entre una izquierda de base popular en ascenso y la tradicional clase dominante brasileña, se expresó hacia el mismo seno del partido de gobierno. En el año 2003 Lula Da Silva encabezó la fórmula electoral en un acuerdo con el vicepresidente José Alencar, de procedencia empresarial (textil) y de militancia en el Partido Liberal. Esta relación política inestable y conflictiva entre una izquierda y una clase dominante conservadora, es el reflejo de una nación en la que conviven una fuerza social con reivindicaciones emancipadoras, con un empresariado concentrado y poderoso con vocación expansiva y reacio a distribuir la riqueza y el poder social adquirido.

Del subimperialismo brasileño a factor estabilizador regional
Brasil es el Estado de Iberoamérica que más cabalmente aplicó una política de expansión de su territorio. El país amplió su superficie considerablemente en relación a las fronteras del antiguo imperio portugués. No exageró Arturo Jauretche cuando mencionó que “Brasil crece en la industria y en el mapa a medida que nosotros nos achicamos” (Jauretche 1957). Siguiendo con el punto de vista de Jauretche es innegable que “toda la historia del Brasil es una dura y continuada lucha por el espacio” (Jauretche, 2008: 136).
Desde la época colonial, pasando del imperio a la República, Brasil desarrolló una política exterior de vocación nacional expansiva. En el siglo XIX influyó en la organización de la Cuenca del Plata acelerando la separación del Uruguay de las fronteras del antiguo Virreinato del Rio de la Plata, derrocó a Juan Manuel de Rosas combatiendo en Caseros e intervino activamente en la Guerra del Paraguay destruyendo a su adversario económico, militar y político Solano López.
Fue un aliado de Inglaterra en la antesala de su independencia y luego de los Estados Unidos durante buena parte del siglo XX. Según Jauretche “mientras nuestras llamadas élites niegan la existencia de los factores imperialistas, Itamaraty tiene plena conciencia de ellos y los cuenta como factores operantes (…) Brasil ha jugado a favor de esos intereses, pero sacando ventajas propias, porque los conoce (…) la colaboración prestada por el Brasil a los imperialistas ha tenido precio y siempre a expensas nuestras; su política ha sido de paralelismo negociado y nunca de sometimiento incondicional ni de adhesión a principios abstractos” (Jauretche 2008: 141).
Con honrosas excepciones, en Brasil se conformó una clase política escasamente consustanciada con la unidad continental. Tampoco existió una vocación manifiesta de acercamiento con la Argentina y por el contrario, la potencia lusitana entabló históricas rivalidades acentuando las disputas entre las antiguas potencias España y Portugal.
A contrapelo de la actitud tradicional de la diplomacia brasileña, el Barón de Río Branco impulsó un pacto pacifista con la Argentina. Resultante de su gestión, Branco suponía que Argentina, Brasil y Chile (ABC) iban a profundizar acuerdos comerciales reforzando una unidad que consideró necesaria e impostergable.
A mediados del siglo XX la posibilidad de un nuevo tratado del ABC, fue impulsado por Juan Domingo Perón, por Getulio Vargas y por Carlos Ibáñez del Campo en representación de la nación trasandina. Según el punto de vista de Perón, fueron las presiones de los grupos dominantes del Brasil quienes impidieron el acuerdo de integración. En palabras del presidente argentino la posibilidad de unidad había chocado con “Itamaraty que constituye una institución supergubernamental” (Perón 1968: 92).
Desde mediados del siglo XX y como afirmó Jauretche, sus acciones traducían los intereses de las clases dominantes brasileñas en sintonía con la política exterior de los EUA. Esta incapacidad manifiesta de las dirigencias políticas sudamericanas de actuar de manera mancomunada, favoreció las rivalidades y las disputas y Brasil fue en muchos casos, un factor de desestabilización de la política regional.
Actualmente, Brasil se presenta como una potencia mundial de segundo orden y su política exterior se orienta:
-       hacia Iberoamérica, oficiando como el eje de aglutinación fundamental del MERCOSUR y de la UNASUR;
-       hacia el continente africano, reforzando sus relaciones políticas y comerciales con un continente con el que tiene cercanía geográfica y racial[2];
-       hacia el Asia, integrando un acuerdo con Rusia, India y China -al que luego se sumó Sudáfrica - (BRICS).
El crecimiento económico, político y militar[3] del Brasil, le está permitiendo poner en debate la división mundial del trabajo. El país está interviniendo activamente en los foros internacionales y exige un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Además, cuestiona la composición de los organismos financieros internacionales como son el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Es a partir de acá, que Brasil canceló su deuda con el FMI por decisión de Lula y no ingresó a organismos del Banco Mundial (BM) como el CIADI.
En el siglo XXI Iberoamérica puede dejar de ser el “patio trasero de los EUA”, para conformarse como el área de influencia directa del Brasil. La decisión de Brasil de enfrentar el tratado de apertura comercial impulsado por los Estados Unidos (ALCA), es sintomático del lugar que pretende jugar el país en las nuevas relaciones con la potencia del norte.
La asunción de Lula en el gobierno desde el año 2003, trajo aparejada una apuesta sustancial del Brasil a la unidad regional. Del Barón de Río Branco a la fecha, el PT es la expresión política más claramente integracionista de la historia del Brasil. En la actualidad Brasil[4] es el principal aliado comercial de la República Argentina y ambos países trabajan en conjunto para la producción del vehiculo militar Gaucho y en otras iniciativas como la Alianza Estratégica en Industria Aeronáutica (AEIA),  que incluyó el acuerdo para la producción del avión de carga KC - 390 (Embraer y FAdeA). Según el actual Embajador del Brasil en la Argentina, existen más 120 sucursales de empresas brasileñas en nuestro país que generan 40.000 empleos y un stock de inversiones de 17.000 millones de dólares (Vieira Vargas 2014: 58).
A lo largo del tiempo se demostró que el alto nivel de desarrollo relativo del Brasil con el resto del continente, puede derivar en políticas hegemonistas. Es en este aspecto, en donde la conducción política del PT puede oficiar como un contrapeso de las exigencias de las clases dominantes del mismo Brasil, que son poco permeables a la integración regional. Según Aurelio García “Brasil hizo una opción clara. No quiere ser un país próspero en medio de un conjunto de países pobres y desesperanzados sobre su propio futuro” (Saer – García 2010: 184). Las clases políticas del continente pueden alcanzar acuerdos para el desarrollo de iniciativas productivas, que le otorguen a los distintos países y pueblos beneficios concretos en términos de ingreso, de empleo y de desarrollo. De la mano del PT se está avanzando en la certeza de que la política de integración regional, no puede quedar sujeta solamente a los objetivos de las corporaciones.

Del imperio esclavista a la era social     
Conjuntamente al resto de los países fundados a partir del colonialismo Europeo, Brasil reprodujo dos tipos de divisiones:
-       racial: el Estado sostuvo un sistema económico esclavista hasta el año 1888 y durante el siglo XX reprodujo una matriz racista de la distribución del poder;
-        clasista: Brasil fue y sigue siendo uno de los Estados más desiguales en términos sociales del planeta.   

Gran parte de los primeros derechos sociales sancionados en el siglo XX, fueron promovidos por Getulio Vargas en una alianza entre los militares y la burguesía industrial. Más allá de los avances sociales producto de las dos gestiones del presidente Vargas o del crecimiento económico del país entre los años 1964 y 1985 que es recordado como el “milagro brasilero”, Brasil no pudo evitar que gran parte del pueblo pobre viva de milagro.   
El ingreso del PT a la realidad del Brasil en los años ochenta, viene a revertir ambas desigualdades. Lula ingresó a la política de la mano de la acción sindical y adquirió protagonismo en las huelgas y movilizaciones que transcurren entre los años 1977 a 1980. La primera manifestación masiva se produjo en el año 1977 en la “campaña de recomposición salarial”, en 1978 el sindicalismo impulsó la operación de “brazos caídos” y en 1979 se promovieron huelgas con la intervención de más de 3 millones de obreros.
La construcción política del PT  impulsó el Foro Social de Porto Alegre,  que ofició como uno de los ámbitos mundiales más trascendentes para la formulación y la divulgación de una agenda de reforma social y de predica política antiimperialista.
Desde su gestión presidencial el PT viene aplicando una agenda de reformas sociales, en el contexto de un modelo económico que alcanzó  tasas de crecimiento del 5,1 % entre 2003 y 2008 y del 2,7 % entre los años 2009 y 2012 (O´Farrell y Villafañe 2013: 109).
Las políticas de Lula da Silva y de Dilma Ruseff permitieron una mejora en el empleo. El desempleo se redujo del 9,7 % en 2003 al 5,3 % en el año 2010, como resultante de que se generaron 14 millones de trabajos. Aumentó el salario mínimo en valores reales un 50 % entre los años 2002 y 2010 (Singer 2013: 82). Muchos de los nuevos puestos de trabajo nacieron en la economía privada y otros fueron el resultante de la obra pública. Solamente en el último mundial de futbol, el Estado invirtió alrededor de 14.000 millones de dólares y el Programa Mi Casa Mi Vida se propone construir un millón de viviendas.
La gestión del PT favoreció la mejora de las condiciones de vida de los sectores históricamente marginados del país. Salieron 40 millones de brasileros de la línea de pobreza a partir de los programas Bolsa Familia[5] o Hambre Cero. La malnutrición infantil disminuyó un 43 % durante la primera gestión de Lula. El primer presidente del PT impulsó el programa de becas universitarias ProUni orientadas en un 40 % a brasileños negros e indígenas.
El gobierno amplió el crédito para las familias de bajos recursos y para la PYMES. Del 2003 a la fecha 42 millones de brasileños accedieron a la clase media (Vieira Vargas 2014: 55).

Las cuentas pendientes
El gran desafío al que se enfrenta el PT tiene que ver con consolidar a Brasil como una potencia mundial, afianzando la integración sudamericana y permitiendo la emancipación social, cultural y política del pueblo.  La profundización del proyecto industrial forma parte de la agenda de una potencia de segundo orden, que ambiciona jugar un rol central en el mundo.
El PT alcanzó el poder como parte de los reclamos históricos del pueblo brasileño. Muchas de las reivindicaciones de las organizaciones campesinas y políticas, encontraron receptividad en la agenda de gobierno iniciada en el año 2003. Los indicadores de empleo, de vivienda o de acceso a la tierra, mejoraron considerablemente en relación a los proyectos neoliberales aplicados en las décadas del ochenta y del noventa.
Sin desconocer los logros alcanzados, son muchas las cuentas pendientes. Brasil, como buena parte de Sudamérica, tiene un sistema impositivo regresivo y mantiene una estructura económica concentrada poco permeable a la distribución de la riqueza.
En el plano social sigue existiendo una inmensa desigualdad en la distribución del ingreso entre clases y geografías del mismo Brasil. Estas diferencias que perpetúan situaciones de pobreza, de falta de acceso a la tierra y de indigencia de sectores importantes de la sociedad, generan condiciones para el aumento de la violencia y del accionar del crimen organizado.
De la capacidad de Brasil de resolver estos desafíos y de contribuir al desarrollo sustentable y a la estabilidad política de Sudamérica, dependerá su propio destino. La conformación de un continente dividido políticamente, atrasado económicamente y empobrecido socialmente, conducirá al subdesarrollo estructural de Sudamérica incluyendo al mismo Brasil.

Bibliografía
CEPAL (2014) Brasil: perfil nacional económico, http://interwp.cepal.org/cepalstat/WEB_cepalstat/Perfil_nacional_economico.asp?Pais=BRA&idioma=e (última consulta octubre 2014).
Explorador Brasil (2013) Le Monde Diplomatique, Buenos Aires.
Gonsálvez Botelho Raúl (1974) Proceso al sub imperialismo brasileño, EUDEBA, Buenos Aires.
Jaguaribe Helio (1972) Crisis y alternativas de América latina: reforma o revolución, Paidos, Buenos Aires.
Jauretche Arturo (1957) Brasil crece en la industria y en el mapa a medida que nosotros nos achicamos, Revista Que, N 156, Buenos Aires.
(2008) Ejército y política, Corregidor, Buenos Aires.
Kathryn Sikkink (2009) El proyecto desarrollista en la Argentina y Brasil: Frondizi y Kubitschek, Siglo XXI, Buenos Aires.
Lula y Chávez en el Foro de Porto Alegre, Lemonde Diplomatique, Buenos Aires.
O´Farrell J. y Villafañe S. (2013) Macroeconomía y empleo en Argentina y el Brasil en los 2000” Revista del Trabajo, Año 9, N 11, Buenos Aires.
Piñeiro Iñiguez Carlos (2004) La Nación sudamericana, Nuevo Hacer, Buenos Aires.
Rapoport M. y Madrid E. (2011) Argentina Brasil, de rivales a aliados, Capital Intelectual, Buenos Aires.
Sader E. y García M. A. (2010) Brasil entre el paso y el futuro, Capital Intelectual, Buenos Aires.
Singer André (2013) Los sentidos del lulismo ¿será el lulismo un reformismo débil?, Revista del Trabajo, Año 9, N 11, Buenos Aires.
Viera Vargas Everton (2014) La Argentina y América del Sur en la inserción internacional del Brasil, GESTAR, Año 4, N 13, Buenos Aires.




[1] Brasil es el primer productor y exportador mundial de carne bovina y de cuero (30 % del mercado mundial).
[2] Brasil tiene la mayor población negra fuera de África. Según el Censo de 2010 97 millones de habitantes son negros o mulatos sobre un total de 190 millones (Explorador 2013: 3).
[3] El presupuesto militar de Brasil supera a la sumatoria del resto de los países Sudamericanos (Explorador 2013: 51).
[4] China es el principal aliado comercial de Brasil, Estados Unidos es el segundo y la Argentina el tercero (Vieira Vargas 2014: 59).
[5] Bolsa Familia reunió y profundizó los objetivos de los programas Bolsa Escola, Bolsa Alimentacao o Auxilió Gas. En 2010 alcanzó a 13 millones de familias y la inversión implicó el 0,4 del PBI de Brasil (O´Farrell y Villafañe 2013: 118)

miércoles, 15 de octubre de 2014

JOSÉ MARÍA ROSA, NUESTRO CONTEMPORÁNEO

CUADERNO DE TRABAJO N° 17 DEL CENTRO DE ESTUDIOS JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ ARREGUI

ARITZ RECALDE
Octubre de 2014


 “El dominio extranjero penetró sutilmente, y antes de llegar al campo material se había apoderado del espiritual.” (Rosa, 1966: VIII)


José María Rosa (1906-1991) es uno de los historiadores más prolíficos y profundos del país. Su primer libro data de sus años de juventud, se publicó en 1933 con el título de Más allá del código. Su Historia Argentina, editada por Oriente se compone de trece abultados tomos de minuciosa labor historiográfica. Compiló, además, más de quince volúmenes donde investiga cuestiones de Derecho, economía, historia y geopolítica. (Manson, 2007: 385-386)
En nuestra óptica, José María Rosa es conjuntamente a Norberto Galasso, el historiador revisionista más destacado del campo intelectual argentino. Juan José Hernández Arregui mencionó que dentro del revisionismo: “Desde el punto de vista estrictamente historiográfico, es el más importante por la documentación que maneja y su frecuentación de los archivos.” (Hernández Arregui, 2004: 204) Galasso sostiene que Rosa fue leído masivamente a partir de mediados de los cincuenta: “Por una juventud que descree de los viejos textos liberales y busca una posición política nacional.” (Galasso, 2011: 49) Su obra fue una fuente documental de suma importancia en las décadas del sesenta y setenta y su figura ocupó un lugar central en la política argentina, al punto de que Juan Domingo Perón manifestó que: “Bastaría conservar dos o tres libros. Entre las plumas argentinas, los de Scalabrini Ortiz, la fundamental Caída de Rosas de Pepe Rosa, y este último que Hernández Arregui acaba de enviarme sobre el ser nacional.” (Piñeiro Iñiguez, 2007: 222)


¿Quién fue José María Rosa?
“Como germen de la Argentina soberana de mañana, el revisionismo ganó fácil y triunfalmente a las capas populares.” (Rosa, 1966: XXXI)


José María Rosa nació en Buenos Aires en el año 1906. Estudió Derecho y se doctoró en el año 1933 con la tesis Origen mítico del Estado.
Su padre intervino en el quehacer político partidario y cumplió funciones en la provincia de Mendoza tras el Golpe de Estado de 1930 y en 1943 ocupó un cargo ministerial. Por tradición familiar y por inquietudes propias, José María tuvo un contacto permanente con los sucesos políticos de la etapa. En su juventud participó en Democracia Progresista de Lisandro de la Torre. Según una entrevista publicada en el año 1978, sostuvo: “Yo nací antirrosista y antirradical. Me costó sacudirme el antirradicalismo, pero hoy en día creo comprender a Hipólito Yrigoyen.” (Hernández, 1978: 15)
Luego del 17 de octubre del año 1945 formó parte de la Alianza Libertadora Nacionalista, que apoyó al Peronismo con una fórmula electoral propia. (Manson, 2007: 154-155) Durante los diez años de la revolución justicialista ocupó un lugar secundario en el Estado, cumpliendo el cargo de síndico de la línea aérea oficial FAMA.  Hasta el año 1955, se definió a sí mismo más como “simpatizante”, que como activista peronista. (Hernández, 1978: 29) Iniciada la dictadura del año 1955, participó del levantamiento cívico militar de 1956 conducido por el General Valle. Rosa conoció la cárcel por recibir en su domicilio a John William Cooke y se exilió en España y en Uruguay. En el país oriental lo recibieron Luis Alberto Herrero y Víctor Haedo. (Manson, 2007: 220) Con el regreso de la democracia en el año 1973 ocupó por breve tiempo funciones diplomáticas en el Paraguay y luego en Grecia.
Su actividad principal no fue la lucha partidaria sino su obra intelectual, historiográfica y docente, sin lugar a dudas, sus más grandes legados.  Rosa dictó clases en las Universidades del Litoral y de La Plata desde la década del treinta, entre otras actividades académicas. Su labor docente fue interrumpida en 1955, momento en que fue expulsado de sus cátedras. Participó, además, en el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas donde tomó contacto con los hermanos Irazusta, Manuel Gálvez, Ramón Doll, Vicente Sierra, Ernesto Palacio, Atilio García Mellid,  Arturo Jauretche y John William Cooke. (Manson, 2007: 166) Publicó artículos periodísticos en Mayoría y en los años ochenta dirigió la Revista Línea que se opuso a la dictadura abierta en 1976.

Su obra historiográfica
“Ningún demócrata liberal podrá negar de buena fe que el revisionismo no haya ganado la batalla intelectual argentina; la intelligentzia se ha visto finalmente derrotada y desalojada por la verdadera inteligencia.” (Muñoz Azpiri, 1974: 163)
La producción de José María Rosa puede sintetizarse en tres aportes fundamentales en el plano historiográfico, político y cultural:

I. Es una fuente documental sumamente valiosa
Su trabajo organizó de manera sistematizada un trascendental caudal de información histórica, compuesta por archivos y piezas documentales inéditas para la época.

II. Ofrece una teoría para interpretar los procesos históricos
En su óptica, para comprender la historia argentina era necesario develar:

- El rol de los imperialismos europeos (principalmente, Francia e Inglaterra), norteamericano y brasileño. 
- La tarea cumplida por los representantes del pueblo. En su punto de vista: “Prescindir de la historia de un pueblo, es algo así como separarse del alma de una comunidad.” (Rosa, 1976: 140) Para Rosa el sujeto del cambio histórico era el pueblo y la tarea del historiador estaba ligada a la explicación de su realidad social, cultural, racial y política.

III. Es un modelo de intelectual nacionalista y latinoamericanista
Su obra contribuyó en el terreno cultural y político a:

A. la formación de una conciencia nacional y antiimperialista
B. la organización de una conciencia popular
C. la formación del nacionalismo económico
D. la unidad de Latinoamérica

A. José María Rosa y la conciencia nacional y antiimperialista
Un factor decisivo en la discordia argentina fue la injerencia británica.” (Rosa, 1976: 10)

Rosa documentó y explicó minuciosamente el funcionamiento del imperialismo financiero, militar y geopolítico de las potencias. Destacó que las agresiones europeas al país durante el siglo XIX eran parte de una estrategia mundial. La acción militar inglesa sobre China de 1841 y la posterior ocupación de Hong Kong, iban en sintonía con las invasiones británicas de 1806, con la anexión de Malvinas de 1833 o con la agresión a la Confederación de 1845. (Rosa, 1976: 101) El autor mencionó que la agresión de Francia de los años 1838 y 1839 estaba en la misma línea que la ocupación colonialista europea de países como Argelia. Para el autor, el triunfo de la posición europea sobre la Confederación traería aparejada la pérdida de nuestra soberanía política, comercial, territorial y financiera. Rosa destacó la acción antiimperialista del pueblo que resistió con su caudillo la intromisión foránea. Una manifestación clara del nacionalismo político de la Confederación, fue la respuesta que dio Juan Manuel de Rosas a la prepotencia francesa. El Restaurador contestó por intermedio de Felipe Arana que: “Exigir sobre la boca de cañón privilegios que solamente pueden concederse por tratados es a lo que este gobierno, tan insignificante como se quiera, nunca se someterá.” (Rosa, 1974 T 4: 311)
Rosa documentó la acción del neocolonialismo cultural y político de los europeos. En su punto de vista, existió una relación estrecha entre el imperialismo económico y la dependencia cultural de nuestra dirigencia: “La relación imperialista entre una metrópoli que exporta productos elaborados y una colonia que produce materias primas y víveres, sólo excepcionalmente se impone por la fuerza (y no será duradera). A la voluntad dominante de la metrópoli debe corresponder y plegarse una voluntad de vasallaje en la colonia, o en los nativos que gobiernan la colonia. Éstos, por regla, no tienen conciencia de encontrarse sometidos, ni comprenden que sirven intereses foráneos.” (Rosa, 1976: 11) Resultado de la habilidad del neocolonialismo europeo, Domingo Faustino Sarmiento, Florencio Varela, Bernardino Rivadavia y Juan Bautista Alberdi, apoyaron públicamente a los franceses en plena guerra de 1838. Tomando distancia y en línea con el gobernador bonaerense, el General San Martín mencionó el 10 de julio de 1839: “Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a la patria.” (Rosa, 1974 T 4: 320; 1967: 54 y 56)
El autor dedicó un espacio importante a la historia de las relaciones entre Argentina y Brasil. Mencionó que resultante de las disputas territoriales entre ambos gobiernos, surgió el Virreinato del Río de La Plata en 1776 y se produjeron una seguidilla de enfrentamientos militares sobre el territorio del actual Uruguay. Brasil impulsó la caída de Juan Manuel de Rosas, por el hecho de que el mandatario evitó la ocupación del Uruguay y la extensión territorial lusitana hacia el sur y sobre el Paraguay. (Rosa, 1960: 3-4) Para triunfar en la batalla de Caseros en el año 1852, las clases dirigentes del Brasil se aliaron al imperio británico y fomentaron las disputas internas de la Confederación, profundizando las diferencias de Justo José de Urquiza con Rosas. Como resultado de la guerra obtuvieron la libertad de navegar los ríos uruguayos, el control de las Misiones Orientales y el dominio político, militar y comercial de la Cuenca del Plata. (Rosa, 1960: 69)

B. José María Rosa y la organización de una conciencia popular
“La nacionalidad, como todos los valores sociales -religión, lenguaje, derecho- surge de abajo arriba, de las clases inferiores a las superiores. El pueblo pese a quienes quieran educar al soberano en el acatamiento colonial, es fermento del nacionalismo y acaba por imponerse.” (Rosa, 1974 c: 194)

“Los hijos de Martín Fierro y del Sargento Cruz eran educados en las escuelas de Sarmiento a despreciar a sus padres por bandoleros, y buscar el perdón de su pecado original amoldándose mansamente a los dueños del cepo, los contingentes y la partida.” (Rosa, 1966: IX)

Los libros de Rosa son aportes fundamentales a la historia de las luchas de los trabajadores y de los grupos racial y étnicamente oprimidos por las clases dominantes. En su cosmovisión, los sectores populares son el motor del cambio de la historia y las masas siguen a los caudillos “oponiéndose a los gobernantes que han perdido el patriotismo.” El pueblo acompañó a Gervasio Artigas en la Banda Oriental, a Martín Güemes y sus Infernales y a Ramírez y Estanislao López reunidos en montoneras. (Rosa, 1976: 12-13) El pueblo se expresó activamente con Felipe Varela al que Rosa denominó el “Quijote de los Andes”, que enfrentó a Bartolomé Mitre y se opuso a la guerra del Paraguay. (Rosa, 1985: 222-228)
Rosa reivindicó la figura de Juan Manuel de Rosas por su vínculo con las clases populares. Destacó que Rosas aprendió el lenguaje araucano y realizó “parlamentos” alcanzando con un sector importante de los pueblos originarios una “paz duradera.” Con otros grupos entabló la guerra en el marco de la Campaña del año 1833. (Rosa, 1976: 37) En su punto de vista Juan Manuel de Rosas: “Fue el único gobierno popular que tuvimos en el siglo XIX” y desde el control del Estado promovió la “mejora social.”  (Rosa, 1976: 131)
De su reivindicación del pueblo como sujeto de la historia surgió su apoyo a Cornelio Saavedra y sus críticas a Mariano Moreno. Rosa sostiene que el pueblo integró la milicia desde las invasiones inglesas de 1806 y mencionó que, en este contexto, Saavedra era jefe de un regimiento de “patricios.” Estos mismos milicianos fueron luego los “soldados, cabos y sargentos” que se movilizaron el 24 de mayo de 1810 a los cuarteles con la finalidad de destituir definitivamente al Virrey. El 25 de Mayo tuvo como protagonista al: “Pueblo en armas (…) imponiéndose como la gran realidad argentina (…) fue también el levantamiento de las orillas contra el centro.” (Rosa, 1974 T 2: 192)  Rosa mencionó que Saavedra tenía “tras suyo” al pueblo y al Ejército que se había conformado con la masa en la etapa de la milicia. Dijo Rosa que: “Un pueblo se impone con un caudillo, Saavedra pudo serlo y no lo fue; y Moreno -que se hizo de la Revolución- no era hombre de multitudes (…) era un intelectual, del tipo de quienes tratan de amoldar la realidad a los libros: sus ideas políticas.” (Rosa, 1974 T 2: 199-201) Como resultado de las históricas jornadas independentistas en toda Hispanoamérica, Rosa concluyó que: “Una clase vecinal, criolla y acomodada, toma el gobierno para defender el orden; un grupo de teorizantes trata de quitárselo para implantar sus reformas liberales; un pueblo para quien la revolución significará el ingreso a la realidad política es dejado de lado.” (Rosa, 1974 T 2: 248)

En Del Municipio Indiano a la Provincia Argentina (1580-1852), el autor reconstruyó la historia de las instituciones de la democracia popular. Allí sostuvo que el pueblo se organizó políticamente con los caudillos, que fueron quienes le otorgaron vitalidad a las primeras experiencias de participación de masas en el gobierno. Sobre la base de estas incipientes democracias nacieron las ciudades y sus gobiernos, las municipalidades y luego las provincias argentinas. (Rosa, 1974 b)

 C. José María Rosa y la formación del nacionalismo económico
“Un país puede ser pequeño, económicamente subdesarrollado, y aún encontrándose sometido por las armas, sin dejar de ser una nación si tiene una mentalidad nacional y obra, dentro de sus posibilidades, con la voluntad de manejarse a sí mismo.” (Rosa, 1974 c: 182)

Rosa publicó dos obras fundamentales sobre la historia de la economía nacional, Defensa y pérdida de nuestra soberanía económica y Rivadavia y el imperialismo financiero. En muchos aspectos, las conclusiones de ambos libros son sumamente actuales. 
El autor sostiene que la aplicación del liberalismo económico en América fue el reflejo de la dependencia española y del neocolonialismo de la dirigencia política emancipada luego de 1810. Los Tratados de apertura comercial de 1809 surgieron como parte de la debilidad de la corona española agredida por Napoleón: España entregó sus mercados coloniales a cambio de la protección política y militar inglesa. (Rosa, 1967-b: 34-35) Luego de la Revolución de Mayo, los intelectuales y los dirigentes del Primer Triunvirato de 1811 impulsaron la apertura comercial. Para Rosa el programa fue estimulado principalmente por Bernardino Rivadavia en su condición de Secretario del gobierno. (Rosa, 1967- b: 52) El autor mencionó que: “Bajo el signo de la “libertad” nace el imperialismo británico.” (Rosa, 1974 c: 183)
Rosa indicó que en América con anterioridad al año 1809 existió una industria artesanal y que el liberalismo económico aperturista la destruyó: “Además de talleres manufactureros, hallamos al iniciarse el siglo XIX las fábricas de derivados de la ganadería: saladeros, curtiembres, jabonerías (…) la fábrica tenía características propias del pequeños capitalismo.” (Rosa, 1967-b: 25) En lugar de retomar y de perfeccionar la estructura existente, la competencia europea la quebró, profundizó las diferencias tecnológicas e impidió el desenvolvimiento de una economía industrial propia.
Destacó que a partir de los siglos XIX y principios del XX los intereses ingleses y franceses controlaron:
- El sector financiero: instituciones de préstamo y bancos. Rosa citó como un caso típico de nuestra dependencia al Banco de Descuentos impulsado por Rivadavia. La institución tenía Directores particulares locales e ingleses que controlaban las asambleas dejando al Estado sin poder de decisión. Por intermedio de este instrumento financiero, los comerciantes extranjeros fugaron el oro del país en fragatas británicas. Resultado de la acción de Rivadavia el “poder corruptor del Banco” había saqueado al Estado al punto de que “no quedaba en caja ni una onza de oro, ni un peso de plata ni un billete de papel: deudas, solamente deudas.” (Rosa, 1974 c: 55, 72 y 73) 

- la política comercial: puertos y sistemas arancelarios
- los recursos naturales y productivos: tierras, minería y empresas de servicios.

El autor mencionó que existió una relación estrecha entre los representantes del Estado y las empresas europeas, al punto de que Rivadavia fue a la misma vez mandatario nacional y miembro de sociedades mineras. Rivadavia se vinculó a los grupos de poder económico internos e internacionales como fueron los casos de la minera Mining o la Casa Hullet. Poseyó, además,  acciones de la Sociedad Rural Argentina y adquirió títulos públicos. (Rosa, 1974 c: 176-180) 
Uno de los aportes principales de los libros de Rosa fue la explicitación del funcionamiento del imperialismo financiero moderno. En su punto de vista: “Tras el imperialismo mercantil, llega el financiero en forma de exportación de capitales o control de los capitales nativos. Lenin habla de él como etapa iniciada a fines del siglo XIX (…) desde el segundo decenio del siglo pasado hay en Hispanoamérica una penetración de capitales ingleses en forma de monopolios bancarios, empréstitos, empresas mineras colonizadoras, etc.” (Rosa, 1974 c: 185)
En su libro sobre Rivadavia documentó minuciosamente el accionar del nuevo poder financiero mundial. Rosa mencionó que los empréstitos eran “instrumentos de dominación” cuya finalidad fue “atar a los pequeños Estados hispanoamericanos al dominio británico.” (Rosa, 1974-c: 79)  En el año 1822, la Junta de Representantes sancionó una ley facultando a la provincia de Buenos Aires a tomar un préstamo para construir un puerto, levantar pueblos y proveer agua, entre otras acciones. En el año 1824, se negoció el préstamo con la Casa Baring Brothers. La operatoria puede resumirse en los siguientes aspectos:

- Se tomó un préstamo de 1 millón de libras y la mayoría del dinero no ingresó efectivamente al país. En gran parte de los casos, Baring envió solamente letras de cambio y no metálico (oro o plata)
- Se cobraron onerosas comisiones distribuidas entre los mediadores argentinos (Rivadavia, Félix Castro y Braulio Costa) y extranjeros (Hullet, John Robertson y un consorcio de accionistas)
- El Estado empeñó la tierra pública como garantía. Recién con Manuel Dorrego y con Rosas se buscó terminar con la gravosa hipoteca sobre el suelo del Estado
- No se cumplió ninguno de los objetivos introducidos en la ley de 1822.

El préstamo se articuló con otros negocios de Rivadavia y sus aliados ingleses, como fue el caso de la venta de los minerales de la Famatina de la provincia de La Rioja. La operación financiera fue organizada por la “Río Plata Mining Association”, que actuó en conjunto con la prensa inglesa Times y Sun, que inflaron el costo de los bonos en el mundo bursátil de la City londinense. (Rosa, 1974-c: 141-142)
José María Rosa mencionó que frente al liberalismo antinacional, en el siglo XIX Juan Manuel de Rosas impulsó el capitalismo argentino. Entre otras medidas, sancionó la Ley de Aduana del año 1835, construyó saladeros, impulsó la Marina Mercante y entregó tierras en pequeñas superficies. (Rosa, 1967-b) El gobernador desandó la arquitectura financiera de Rivadavia y creó el Banco de la Provincia de Buenos Aires dando estabilidad a la moneda argentina. (Rosa, 1976: 59-68) La Batalla de Caseros que lo derrocó tuvo entre sus objetivos la expansión del imperialismo económico y: “La libertad de comercio del 53 trajo la invasión de manufacturas inglesas, que significó el cierre de los talleres artesanales protegidos hasta entonces por la política aduanera.” (Rosa 1966: X)   

D. José María Rosa y la unidad de Latinoamérica
“Paraguay fue la última tentativa de una gran causa empezada por Artigas en las horas iniciales de la Revolución, continuada por San Martín y Bolívar al cristalizarse la independencia, restaurada por Rosas en los años del sistema americano, y que tendría en Francisco Solano López su adalid postrero.” (Rosa, 1985: 12)

José María Rosa contribuyó al conocimiento mutuo de los países y pueblos del Continente. En su prolífero trabajo rescató la historia de las instituciones políticas populares y abogó por la conformación de un sistema federal capaz de garantizar la unidad continental. Desarrolló investigaciones sumamente importantes para develar el origen de la Guerra del Paraguay. Inicialmente, sus trabajos se divulgaron en cuarenta y ocho notas en el Semanario Mayoría, entre los años 1958 y 1959. Ese material se publicó reunido en el libro La guerra del Paraguay y las Montoneras argentinas. La hipótesis central de la obra es que la guerra de Brasil, Argentina y Uruguay contra el Paraguay fue la consecuencia lógica de un plan geopolítico conformado por los unitarios, por el imperio del Brasil y por el imperialismo europeo. El derrocamiento de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros de 1852, fue el paso fundamental para alcanzar su meta. Destituido Rosas, la estrategia se profundizó en los campos de Cepeda en 1859 y en Pavón en 1861. La obra política se culminó a través del control de la Banda Oriental por el Brasil y en las guerras de policía impulsadas por los unitarios contra los caudillos. Las causas principales de la guerra según José María Rosa fueron:

- Destruir al país económicamente más poderoso de América del sur y, en su lugar, imponer las mercancías y los negocios financieros de los ingleses. El autor destacó que Europa saqueó a América que fue la garantía para su desarrollo económico y social: “El obrero metropolitano consigue bienestar  -y por tanto lo satisface el sistema capitalista- a costa de la miseria del trabajador colonial.” (Rosa, 1974-c: 188)
- Expandir los intereses del Brasil destruyendo militar, política y económicamente a su adversario geopolítico. La potencia lusitana fue a la guerra con la finalidad de apropiarse de territorios y de mercados paraguayos.

El saldo para el Paraguay  fue catastrófico y el país quedó totalmente destruido. La guerra fue un negocio para los proveedores de armas y le permitió a un pequeño grupo de dirigentes apropiarse de grandes superficies de tierra.
José María Rosa recuperó la figura y las acciones del líder oriental Gervasio de Artigas y según se lee en el epígrafe, lo ubicó en la gesta de San Martín, Bolívar y Rosas. A diferencia de las opiniones negativas de varios referentes de la historia oficial, reivindicó las acciones de Artigas destacando su programa social que incluyó la entrega de tierras expropiadas a los “malos españoles.” Mencionó que Artigas era la manifestación de la revolución nacionalista “iniciada el 25 de mayo y detenida en Buenos Aires.” Su acción política fue la expresión de un genuino “federalismo” y de la existencia de “la Patria Grande” como parte de una “liga de las Patrias Chicas municipales.” (Rosa, 1974 T 3: 54)  Rosa destacó que Artigas impulsó experiencias de democracia directa y promovió un sistema político federal con división de poderes. Su programa quedó reflejado en las Instrucciones que elevaron los Diputados orientales a la Asamblea General de 1813. (Rosa, 1974 T 3: 60-61)

Por todo lo dicho, estamos convencidos de que José María Rosa es nuestro contemporáneo.


 Bibliografía citada

Galasso, Norberto (2005). Los Malditos, Madres de Plaza de Mayo, V II, Buenos Aires

(2011). Historia de la Argentina, Colihue, T I, Buenos Ares

Hernández Arregui, Juan José (2004). La formación de la conciencia nacional, Peña Lillo, Buenos Aires

Manson, Enrique (2007). José María Rosa, el historiador del pueblo, CICCUS, Buenos Aires

Muñoz Azpiri, José Luis (1974). Rosas frente al imperio británico, Theoria, Buenos Aires

Piñeiro Iñiguez, Carlos (2007). Hernández Arregui, intelectual peronista, Siglo XXI, Buenos Aires

Rosa, José María (1960). El pronunciamiento de Urquiza, Peña Lillo, Buenos Aires

(1966). “Prólogo” a Historia de la Confederación de Adolfo Saldías, Oriente, 1975

(1967). El cóndor ciego. La extraña muerte de Lavalle, Sudestada, Buenos Aires

(1967 b). Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, Huemul, Buenos Aires

(1974). Historia Argentina, Oriente, T 1 a 13, Buenos Aires

(1974 b). Del Municipio indiano a la Provincia Argentina (1580-1852), Versión digitalizada por Eduardo Rosa
(1974 c). Rivadavia y el imperialismo financiero, Peña Lillo, Buenos Aires

(1976). Rosas, nuestro contemporáneo, Peña Lillo, Buenos Aires

(1985). La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas, Hyspamerica, Buenos Aires.





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